domingo, 6 de noviembre de 2016

Ser paciencia...

Ser paciencia...
Posiblemente uno de los papeles más difíciles a desempeñar en la película que vivimos todos y cada uno de nosotros. Dos caras. Por un lado, ser paciencia implica mantener calma y tranquilidad cuando esperamos, pero por otro lado ser paciente te obliga a permitir en tu interior cierta capacidad de sufrir y tolerar desgracias y ofensas con fortaleza y sin quejarte ni rebelarte.  
Porque es que resulta muy difícil asimilar que el tiempo avance pero el fin no llegue. Una ley tan física e universal que nos lleva acompañando toda la vida, pero con la que nos atascamos día sí y día también y que nos recuerda esa parte humana nuestra.
Es el mismo tic tac de reloj para todos: hacia adelante y recorriendo el mismo espacio una y otra vez. Veinticuatro horas de vuelta que dibujan los mismos horizontes; con una misma posición de sol a cada instante y todos los días. Un tiempo siempre tan igual y mecánico pero a la vez tan distinto para cada uno.
Qué simple pero qué complejo a la vez...
Complejo porque no se nos ha enseñado a observar el tiempo avanzar de esta manera tan sencilla.  Y simple también porque por condición humana,  el tiempo es sabido de no ser solo tiempo. Especialmente para quienes sentimos vivir como algo más que envejecer.  Alguienes  con sueños y esperanzas, y que el simple hecho de pensar en contagiar a una minúscula parte del mundo con ellos, ya hace que el tiempo no solo pueda ser tiempo. Debe pues ser algo más. Los segundos, las horas, los días  y los años contienen momentos, sentimientos, olores, lugares, sonrisas, miradas... Y es entonces cuando el tiempo avanza con un tic tac pero de sueños. El sueño de las y cuarto, de las y media, el de mañana cuando me levante o el de dentro de unos meses porque ya es carnaval…
Y es así. Quien sueña y se ilusiona, encuentra los motivos para caminar pero también combate una lucha no libre con el tiempo. Y digo no libre, porque el tiempo avanza a la velocidad del tiempo. Y  esto parecer ser especialmente difícil de aceptar cuando el horizonte al que se quiere llegar nunca se acerca. Que se lo cuenten al capitán que navega de noche para llegar un puerto sin faro ni luces; o al campesino que espera recoger cosecha sin que haya llovido…
Entonces el tiempo toma la forma que cada uno quiera darle y es por eso que cada uno lo ve avanzar como lo va sintiendo.  A veces comprimiendo y otras veces descomprimiendo las horas, los días, los meses o los años. Por eso hay vivencias de segundos que se hacen eternos y que desde un principio son marcados por un esperado triste final;  pero también hay décadas que pasan volando precisamente porque nunca se les esperó final alguno.
Sea como sea, avanzamos. Y lo único preciso y que además es entregado a partes iguales a todos y cada uno de nosotros es el tiempo que vemos avanzar.
Simple. Como también lo es mirar de frente a lo más fundamental. Encontrar el equilibrio entre ese tiempo que se nos regala y nuestras ganas para ocuparlo y emplearlo. Por supuesto que hay días y días. Pero al final tal vez uno consiga darse cuenta que lo importante no es la espera, sino cómo uno se ha abrazado a sus propios sueños cuando aún continúa esperando que se cumplan y sin sufrir… demasiado.
Feliz día


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