Ser paciencia...
Posiblemente uno de los papeles más difíciles a
desempeñar en la película que vivimos todos y cada uno de nosotros. Dos caras. Por un lado, ser paciencia implica mantener calma y
tranquilidad cuando esperamos, pero por otro lado ser paciente te obliga a permitir en tu interior cierta capacidad de sufrir y tolerar desgracias y ofensas con
fortaleza y sin quejarte ni rebelarte.
Porque es que resulta muy difícil asimilar
que el tiempo avance pero el fin no llegue. Una ley tan física e universal que
nos lleva acompañando toda la vida, pero con la que nos atascamos día sí y día
también y que nos recuerda esa parte humana nuestra.
Es el mismo tic tac de reloj para todos: hacia adelante y
recorriendo el mismo espacio una y otra vez. Veinticuatro horas de vuelta que
dibujan los mismos horizontes; con una misma posición de sol a cada instante y
todos los días. Un tiempo siempre tan igual y mecánico pero a la vez tan
distinto para cada uno.
Qué simple pero qué complejo a la vez...
Complejo porque no se nos ha enseñado a observar el tiempo avanzar
de esta manera tan sencilla. Y simple también
porque por condición humana, el tiempo es
sabido de no ser solo tiempo. Especialmente para quienes sentimos vivir como
algo más que envejecer. Alguienes con sueños y esperanzas, y que el simple hecho
de pensar en contagiar a una minúscula parte del mundo con ellos, ya hace que
el tiempo no solo pueda ser tiempo. Debe pues ser algo más. Los segundos, las
horas, los días y los años contienen momentos,
sentimientos, olores, lugares, sonrisas, miradas... Y es entonces cuando el
tiempo avanza con un tic tac pero de sueños. El sueño de las y cuarto, de las y
media, el de mañana cuando me levante o el de dentro de unos meses porque ya es
carnaval…
Y es así. Quien sueña y se ilusiona, encuentra los motivos para
caminar pero también combate una lucha no libre con el tiempo. Y digo no libre, porque el tiempo avanza a la velocidad del tiempo. Y esto parecer ser especialmente difícil de aceptar cuando el
horizonte al que se quiere llegar nunca se acerca. Que se lo cuenten al capitán que
navega de noche para llegar un puerto sin faro ni luces; o al campesino que espera
recoger cosecha sin que haya llovido…
Entonces el tiempo toma la forma que cada uno quiera darle y es por
eso que cada uno lo ve avanzar como lo va sintiendo. A veces comprimiendo y otras veces descomprimiendo
las horas, los días, los meses o los años. Por eso hay vivencias de segundos que
se hacen eternos y que desde un principio son marcados por un esperado triste
final; pero también hay décadas que
pasan volando precisamente porque nunca se les esperó final alguno.
Sea como sea, avanzamos. Y lo único preciso y que además es entregado
a partes iguales a todos y cada uno de nosotros es el tiempo que vemos avanzar.
Simple. Como también lo es mirar de frente a lo más fundamental. Encontrar el equilibrio entre ese tiempo que se
nos regala y nuestras ganas para ocuparlo y emplearlo. Por supuesto que hay
días y días. Pero al final tal vez uno consiga darse cuenta que lo importante no es la espera, sino
cómo uno se ha abrazado a sus propios sueños cuando aún continúa esperando que se
cumplan y sin sufrir… demasiado.
Feliz día
No hay comentarios:
Publicar un comentario